lunes, 23 de julio de 2012

FIAT LUX


Recuerdo la pared de tonos grises y azulados. Recuerdo sus hombros y su cara, también su luz; recuerdo su mirada fluyendo entre destellos y alumbrando las sombras de mi piel. 
Era de noche y cantaban las estrellas.

“Piensa en ellas un momento” dijo, “tan lejanas y eternas”. Titilando débilmente parecían burlarse de nosotros. “Y ahora imagina un final que no llega y un principio inexistente: un río de estrellas, de polvo, de rocas, de fuego y de luz, de muchísima luz”. Le miré, algo turbada. “Eso somos, así naciste” me cogió de la mano, “del polvo caído de viejas estrellas, del agua y la vida”. Respiré con cautela. “¿Cómo te sientes?”. Se acercó. “Pequeñita”.

Y fuimos un compás de esa melodía de infinito guardada en las espirales del tiempo. Las farolas se apagaron. Ya no hacían falta. 



1 comentario:

Franziska dijo...

¡Qué relato tan bello, tan lleno de poesía y qué bien está descrita la presencia del amor! Cuánte delicadeza y ternura hay en ese relato. Te aseguro que salgo de tu página encantada.

No sé si te debo una visita que hiciste a mi blog porque yo he andado como un poco perdida entre tantas actividades como quiero desarrollar y que se ha visto que es imposible. Perdoname si ha sido así.

Con mi mayor afecto. Franziska