Sin
embargo, no podía dejar de imaginarlo cada noche.
Tales pensamientos me hacían sentir libre.
Me concentraba en el lugar,
escenario del momento deseado,
lo recreaba a mi gusto
buscando lo verosímil en cada detalle:
una unión soñada
de palabra, escena y cambio.
de palabra, escena y cambio.
¡Y tanto me perdía…!
Pues en medio de la estancia estaba él
-maravilloso punto de giro
alrededor del que todo encontraba fundamento-
sencillamente él,
quien nunca dependió
de mis oscuras cadenas,
quien me hacía libre…
porque era lo único real.
Tan real como prohibido. Por dioses y hombres.
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